Lo genial de todo esto es que compramos cosas que nos encantan, no sólo para nuestros hijos, sino para nosotros, y es que aunque ya no somos tan niños, seguimos compartiendo con Peter Pan ese deseo de no crecer.
Por suerte, nos hemos ido rodeando de otros adultos en la misma situación, antes de tener esta faceta más infantil de Candelabro, adultos muy serios nos compraban piezas con mucha “guasa”.
Hay amores a primera vista, no sabemos si es el inconsciente hablándonos de recuerdos, ganas de volver a soñar despiertos, o simplemente la idea de rodearnos de arte que nos haga sonreír, el caso es que son muchas las casas en las que esos animales de tiovivo, que compramos por impulso, se hacen con el protagonismo de una estancia formal.
El límite que separa las antigüedades del arte como tal no está claro, una pieza antigua única puede llegar a ser una pieza de ARTE con mayúsculas si es colocada como se merece.
Estoy hablando del Ready Made que inventó Duchamp a principios del S.XX, y que no es más que la descontextualización de un objeto al que se le priva de su función. De repente, lo colocamos en un lugar privilegiado, le otorgamos atención, y pasa a ocupar el lugar de una escultura. En este caso, en vez de la firma de un artista, lo que le da valor es el paso del tiempo.
Por nuestra parte, seguiremos buscando esas antigüedades infantiles tan especiales, y te dejaremos a ti que seas el que decidas si las mantienes en activo en mitad de la guerra que supone un espacio infantil, o las retiras y elevas al estatus de obra de arte.